¿Quién vigila a quienes vigilan? “Súpers” pero no tan libres
Foto: Danny Birchall
Obras como Civil War y Watchmen, o más recientemente The Boys (todas en sus formato original como comic, y después en forma de serie o película) lanzan un rotundo mensaje: de existir, las superheroínas y los superhéroes estarían irremediablemente bajo el control de los gobiernos, o en su caso más extremo de mega-corporaciones empresariales. ¿O quizás por gobiernos controlados a su vez por estas corporaciones?. En nuestro imaginario infantil siempre pensábamos que eran el summum de la libertad, de la honestidad y que serían la última defensa de la ciudadanía frente al poder establecido, pero nada más lejos de la realidad… (si no has leído estas obras ya están tardando en hacerte con ellas y volver por aquí)
Vigilantes o no, con poderes o no, el caso es que están tan dentro del sistema como lo podemos estar cualquier persona. Sin embargo, no son “cualquier” persona: las élites, asumiendo que son figuras con un fortísimo manejo de poder, tratan de extender sus tentáculos (lo que llamamos “capturar”) y convertilxs en meras herramientas al servicio del sistema ya capturado. Lo que ya estamos viendo en otros tantos ámbitos de la vida, como sucede con el ámbito judicial o el legislativo, les sucede también.
¡Qué enorme paradoja que el Dr. Manhattan quizás uno de los seres más poderosos del universo DC sea a su vez un enorme “títere” de un sistema capturado! ¿A quién no le impactó esa imagen del Doctor en Vietnam? Incluso la población vietnamita acabó reverenciándolo como a un dios, y sin embargo no era él el que estaba al mando realmente. Y lo sabemos porque Moore nos lo deja muy claro: “Doctor vaya a esta televisión a justificar tal o cual”; “Ayude en este sitio”; “Haga esto, haga lo otro…” Un caso de captura literal, incluso demasiado obvio para generar un fuerte contraste con la persona que en nuestra cabeza tenía sentido que se prestase a hacer y deshacer siempre bajo las órdenes del sistema (el Comediante ). De este modo el contraste es mayor y por eso nos choca tanto ver a este ser que imaginamos en esencia tan libre, quizás el más libre del mundo por los que poderes que acumula, vivir más encadenado (más “capturado”) que nadie en el grupo de vigilantes (literalmente encerrado en una “cárcel-laboratorio”).
Por otro lado, las lectoras y lectores de comic estamos muy acostumbrados a que en un momento dado entre en escena la “típica” ley (en principio surgida de la soberanía popular, pero siempre “promovida” por oscuras personalidades políticas) que lo único que busca es “identificar” y “controlar” a las “súper-personas” (de nuevo bajo unos determinados intereses ocultos). En Watchmen era la Ley Keene. Las y los mutantes tenían siempre su espada de Damocles con la ley de control mutante o sucesivas. Y en el crossover Marvel de Civil War nos encontramos la Ley de Registro Sobrehumano o su contrapartida en el cine que fueron los “Acuerdos de Sokovia”. Siempre bajo la “excusa” de la seguridad, sospechamos que el verdadero objetivo no es otro que poder utilizar al antojo del poder de turno, las especiales habilidades del colectivo.
Porque… ¿quién tiene realmente el poder? ¿la persona meta-humana o las personas sin poderes sobrehumanos que controlan el sistema? Para muchas autoras y autores no hay ninguna duda. Los súper-poderes en realidad no son la súper-fuerza, la súper-agilidad, la súper-visión… son algo mucho más mundano y tangible, incluso gris y ordinario, como son los billetes verdes (o de cualquier color).
En The Boys ya no hay caretas. No hay políticas y políticos que “intermedien” entre EL poder y el “súper-poder”. Ya es directamente una corporación la que ha convertido a lxs “súpers” en parte de su sistema de captura del mundo. Porque quizás eso es lo más terrible. No tanto el hecho de que vivan en un “sistema capturado”, ya que hasta cierto punto la idea del héroe o heroína es precisamente luchar contra la injusticia y tiene que haber enemigxs poderosxs a quien enfrentarse… lo terrible, lo desasosegante, es que se conviertan en una pieza de captura más: ellos y ellas, las destinadas a salvar el mundo, participan en la generación de aún más injusticias: se nos queda la misma cara que a Obi Wan frente a Anakin en Mustafar. Y lo aún más desasosegante es que las y los creadores no tengan duda de que, en la realidad, esto sería así.
Sin embaro podemos terminar con una nota positiva. Con ese mismo optimismo de cuando éramos menores queremos creer que también podrían abrir los ojos a esa captura, darse cuenta de su rol en el sistema y combatirlo, para volver al lado de la igualdad y la democracia. Que le vamos a hacer nos gustan los finales felices.